La idea del relato breve « L.E.L, derniers jours » que nos narra la breve estancia y la muerte, en África, de la joven poetisa inglesa, Letitia Elizabeth Landon, inspirada por el descubrimiento en 2009 de la placa dedicada a su memoria en la corte de la Fortaleza de Cape Coast, en Gana. El título anuncia a su vez “un nuevo retrato” (Viegnes, 1989), con las iniciales de la heroína, y lo inexorable de la tragedia. Como suele suceder, Le Clézio escogió la escritura polifónica. Un primer relato en tercera persona y de escritura clásica presenta los cuatro actos de este camino hacia una muerte anunciada: la llegada de L.E.L., con su esposo George Maclean, a la Fortaleza de la que es gobernador y la esperanza de una vida nueva lejos de la malevolencia del medio literario londinense, el descubrimiento del reverso del decorado, los esfuerzos para encontrar el África profundo en el transcurso de un viaje en tierra Ashanti, el fracaso, la decepción y la muerte por el veneno.
Simultáneamente, un segundo relato, en primera persona y en cursiva, insinúa la voz de Adumissa, la “Wench” – la esposa africana clandestina de George Maclean – quien relata su propia historia: su expulsión brutal de la fortaleza a la llegada de la esposa legítima, el recurso a la práctica de la magia para eliminar a su rival, y por último, la orgullosa afirmación de su libertad mientras rechaza retomar la vida común con el padre de su hija Aweeabil-Laura. Las voces alternan según un ritmo 1/1, 4/1, 1/1, 1/1 asimilándose así a una breve ópera dramática en donde las intervenciones de Adumissa como un leitmotiv, constituyen los recitativos. El hecho de dejar la última palabra del epílogo a la Africana humillada confiere al texto una dimensión parabólica.
Como varios relatos cortos de la colección Histoire du pied et autres faintaisies (2011), « L.E.L, derniers jours » es escrita “Con África en el corazón”: una África estilizada – relato breve obliga - y ambivalente. La visión idealista de África, alimentada por la lectura de Giaour de Byron o de Cahiers de Voyage de la exploradora Sarah Bowdich quien, en 1817, acompañó la expedición de su esposo, Thomas Edward Bowdich, hasta la ciudad de Kumasi en tierra Ashanti, se opone a la realidad de un continente marcado por los estigmas de la esclavitud y de la colonización. A los ojos de la joven y brillante poetisa, a la que una aventura adúltera con un hombre casado condenó al oprobio de la sociedad bienpensante, el fuerte africano sele presenta como un castillo romántico y un refugio propicio para la creación: “Le château était semblable à tout ce qu’elle avait imaginé dans ses rêves, un endroit perdu au bout du monde, effrayant et mystérieux, un endroit pour oublier les échecs du passé et recommencer à écrire » (HP, 163). Pronto se convierte en una prisión odiosa con sus rituales ridículos, la morgue de los colonizadores y la vigilancia hostil de su marido. L.E.L. descubre la verdadera cara de lo que ella pensaba que era una misión civilizadora: la colonización puesta en marcha en los grandes fuertes que son las construcciones emblemáticas a lo largo de la Costa de Oro. Fundadas en el siglo XV por los Portugueses, estas pequeñas fortalezas que dominan el mar, eran originalmente puestos comerciales, que fueron reestructuradas para responder a las necesidades de la trata negrera. Equipadas con grandes bodegas para recibir a los esclavos en espera de salir, fueron utilizadas luego como prisiones. L.E.L. observa con horror las celdas deterioradas con “odeur de mort” [olor de muerte] (HP, 180) y la angustia de los prisioneros. Su viaje al interior, hasta la ciudad de Axim, que debía nutrir su inspiración poética y que recuerda las pinturas orientalistas de la época (Fromentin), también resulta decepcionante. En lugar de encontrarse con los grandes felinos, la ciudad pintoresca y el recibimiento caluroso del pueblo Africano, con el cual había soñado, L.E.L. se enfrentará a la agresión de insectos, al espectáculo de la miseria y a la hostilidad de las mujeres Ashanti.
Esta relación ambivalente con África se traduce poéticamente por el motivo del mar. Si L.E.L., mujer de ciudad, necesita un tiempo de adaptación para encontrar el tempo y entrar en armonía con “le bruit lancinant, inlassable, impossibe à oublier […]” (HP, 157) del oleaje, responde à “la voix des vagues qui harcelait ; ressassait […] (HP, 160), y va cada noche a la punta extrema del fuerte para embriagarse del olor del mar, de la violencia del viento que le aporta el bálsamo agridulce de la nostalgia: “De l’autre côté de l’Océan se trouvaient ses amis très chers, sa vie, sa fille, tous ceux qu’elle avait quittés pour venir ici – et tous, ils lui arrivaient sans le vent de la mer, elle croyait entendre leurs voix, leurs rires […]. La petite voix chantante de Laura” (HP, 161). Una llamada ambigua, porque en este relato, situado bajo la influencia del romanticismo, la naturaleza guarda de manera indeleble la huella de la historia de los hombres. El rumor de las olas también está cargado del eco de las voces de los desaparecidos: los gemidos de los esclavos encadenados o de los prisioneros del fuerte, la voz de Laura, enterrada en Honfleur, no muy lejos de la Leopoldina de Victor Hugo, y que trasmite el fracaso y los remordimientos. El mar ejerce sobre Letitia Elizabeth Landon una atracción mórbida: la ayudante de la cocinera, Meriama, le impide un día lanzarse, cuando, desesperada, L.E.L. piensa en el suicidio, el “poids du vent sur les volets” le impide alcanzar la ola. En consonancia con la imaginería romántica (pensamos en el dibujo de Victor Hugo: La Vague, ma destinée [La Ola, mi destino]), el mar se presenta, en los versos de Letitia Elizabeth Landon puestos de relieve, como la metáfora de la vida que se rompe y se lleva las ilusiones: “One wave comes up after another, and is forever dashed to pieces, like human hopes that only swell to be disappointed”.
Le Clézio que por una vez adopta el tono más romántico para la muerte de L.E.L. : el de una rivalidad amororsa entre las dos mujeres, substituye sin embargo un asesinato por brujería al supuesto envenenamiento real. La maldición de Adumissa introduce lo fantástico, esta “pensée magique” que fascina a Le Clézio, con la incertidumbre sobre las causas exactas de la muerte de L.E.L.: ¿muere por la traición de George, por su encuentro fallido con África, por el recuerdo doloroso de Laura, por la impotencia para escribir o por la maldición de su rival (al morirse, las cuerdas se desatan)? El autor evita de igual manera los estereotipos del drama de los celos presentando dos mujeres que se oponen y se parecen a la vez como en un juego de espejos. Las dos han escogido la transgresión, cada una tiene una hija clandestina, las cuales, ironía del destino, llevan el mimo nombre. Comparten la indignación contra la esclavitud y los abusos de la dominación masculina: “Les hommes n’étaient-ils pas tous cómplices?” (HP, 172) pregunta Letitia Elizabeth Landon, y Adumissa recuerda la traición de sus ancestros, cómplices del tráfico de esclavos. Le Clézio crea un personaje de “Wench” que no corresponde al significado despectivo de la palabra (prostituta): Adumissa “de la lignée d’Adoo, dernier roi de Braffoo” (HP, 165) es una mujer orgullosa de sus orígenes aristocráticos y fiel “à l’honneur de sa lignée” (HP, 167), apegada a su cultura y, sin embargo, deseosa de ver evolucionar la condición de las mujeres.
El relato pone de esta manera frente a frente a una “colonizadora de buena voluntad” (Albert Memmi) alimentada por el idealismo de Byron, el héroe de Missolonghi, animada de un vivo e ingenuo deseo de militar conjuntamente por la emancipación de las mujeres y de los esclavos, y a la víctima africana de la colonización, ultrajada en su dignidad y su honor. El uso cruel de ritos de brujería africana contra su rival (cuerdas atadas, ofrendas a la piedra sagrada), hacen referencia a lo que dijo Sartre en su prefacio a los Damnés de la terre sobre el uso de las tradiciones utilizadas como “une arme contre le désespoir et l’humiliation” (Fanon, 2002, 27). Las dos mujeres, víctimas del mismo hombre, hubieran podido encontrarse sobre el terreno de la lucha feminista. Pero Le Clézio ha optado por oponer a la desesperación romántica de la mujer Europea, el orgullo en acción de la mujer Africana que se libera de la tutela del hombre infiel y del colonizador sin escrúpulos rechazando volver a la fortaleza, y con la voluntad de enseñar a su hija Aweeabil “la vie des femmes libres” (205). Un final para leer como una parábola: es por sus propias fuerzas, sin la ayuda paternalista de los europeos, por muy buenas intenciones que tengan, que África podrá liberarse del yugo de la colonización, según un doble eje de respeto y superación de la tradición que implica inevitablemente el concepto de la libertad de las mujeres.
Marina Salles
Traducido por Yonay Pinto (2023)
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BEDRANE, Sabrinelle, « Histoire du pied et autres fantaisies. Déplacements génériques » dans J.-M.G. Le CLézio La Fièvre, Printemps et autres saisons, Histoire du pied et autres fantaisies, BEDRANE, Sabrinelle, ROUSSEL-GILLET, Isabelle (dirs), Roman 20-50 n°55, juin 2013, p. 25-33 ; LE CLÉZIO, J.-M.G., « L.E.L., derniers jours » dans Histoire du pied et autres fantaisies, Paris, Gallimard, 2011 ; SALLES, Marina, « Nouvelles d’exil. Variations sur « l’irréversible et la nostalgie », J.-M.G. Le CLézio La Fièvre, Printemps et autres saisons, Histoire du pied et autres fantaisies, Roman 20-50, op. cit., p. 113-125 ; SARTRE, Jean-Paul, Préface à FANON, Franz, Les Damnés de la terre, Paris, La Découverte & Syros, 2002 ; THIBAULT, Bruno, « Trois femmes puissantes ; La vision de l’Afrique contemporaine dans Histoire du pied et autres fantaisies », J.-M.G. Le Clézio La Fièvre, Printemps et autres saisons, Histoire du pied et autres fantaisies, Roman 20-50, op. cit., p. 37-47 ; VIEGNES, Michel, L’Esthétique de la nouvelle française au XXe siècle, New-York, Peter Lang, 1989.