Buscador de oro (El)/ Chercheur d’or (Le)

La historia del Buscador de oro está inspirada en la aventura del abuelo paterno del autor, Léon Le Clézio, y se localiza en las islas Mauricio y Rodrigues. Expulsados del Boucan, su propiedad, a causa de la ruina y el ciclón, el narrador, Alexis L’Étang y su familia se refugian en Forest Side. Tras la muerte de M. L’Étang, Alexis sólo tiene un deseo: realizar el sueño de su padre encontrando el tesoro de un corsario escondido en la isla Rodrigues. Emprende ese viaje, realiza excavaciones extenuantes en vano. Se enamora de Ouma, una joven manaf (descendiente de los esclavos rebeldes de Mauricio), pero la deja para participar en la guerra del 14-18. Tras cuatro años en el Anse aux Anglais en la isla Rodrigues, Alexis comprende el sentido de su búsqueda y vuelve a Mauricio. Su madre, gravemente enferma, muere, y su hermana se une a las religiosas de Loreto. Ouma aparece de nuevo entre los cortadores de caña de azúcar, antes de desaparecer definitivamente. Alexis se encuentra solo y, fortalecido tras su enriquecimiento espiritual, sueña con un nuevo viaje escuchando el mar.

 

La novela presenta una unidad de estructura y ciertos efectos de simetría entre el incipit y el final. De factura más bien tradicional, el relato se centra en un personaje principal, respeta globalmente el orden cronológico y pone de relieve una sola voz narrativa.

Una novela de iniciación

El Buscador de oro es una novela de aventuras y de iniciación que se asemeja a La isla del tesoro de Stevenson en la que Jim, el héroe, se hace a la mar para descubrir un tesoro escondido en una isla. La iniciación comienza por la ruptura con el universo de la infancia : « Ceux qui ont choisi la quête […] doivent abandonner toute situation familiale et sociale » (Éliade, 1965, 156). La marcha de Alexis también es violenta. La iniciación solo se realiza a costa de grandes pruebas físicas y morales: en el Anse aux Anglais, donde efectúa su búsqueda del oro, Alexis sufre fiebre, hambre, sed, frío (204-205). Además, la exploración de la isla es un trabajo penoso que demuestra su determinación heroica: Alexis sondea, excava sin descanso, y ni los escondites vacíos ni la herida causada por las rocas basálticas (251) consiguen que renuncie a su búsqueda. A la soledad se añade el exilio que materializa su sufrimiento moral y provoca la pérdida de su identidad (184-185).

 

Las excavaciones efectuadas y la descodificación inteligente de los planos resultan ineficaces. Tras la guerra, vuelve a la isla Rodrigues y descubre que el Anse aux Anglais es un espacio sagrado. En realidad, las pruebas purificadoras y sobre todo la experiencia de la guerra han puesto a prueba sus sentidos, permitiéndole comprender lo sagrado, lo irracional, sin intentar entenderlo. « [L’initié] accède à la maturation spirituelle et “finit par obtenir l’éclair – ou l’illumination – […]”, et cette expérience mystique […] lui révèle des capacités de perception extra-sensorielle » (Éliade, 1957, 106). Por una “epifanía, Alexis entiende que las señales de la estela del Corsario representan un axis mundi y así se inicia al misterio del cosmos: «La configuration de l’Anse aux Anglais est celle de l’univers» (334). Entiende entonces el mensaje cifrado del Privateer, mensaje que le había transmitido su padre en el Camino de las estrellas (335), durante un trance iniciático. Al abandonar la búsqueda del tesoro y los cálculos, Alexis descubre al mismo tiempo el secreto del plano del Corsario y su ser primordial. Más aún, restaura la comunión perdida con la naturaleza (333).

 

En Rodrigues Alexis se enamora de una joven manaf llamada Ouma, quien lo inicia en la felicidad sencilla en armonía con los elementos. Su enseñanza provoca el retroceso del protagonista al mundo presocial. En efecto, ella conoce al mismo tiempo los secretos del valle rodrigués y los del universo, los va desvelando progresivamente a Alexis, penetrando en sus pensamientos y en su corazón. En esta isla iniciática y paradisíaca, mediante el ritual del baño, Alexis vuelve a la simplicidad y a la inocencia original. Luego la joven sensual despierta en él el deseo (222-223). El contacto físico lo libera de la angustia, lo dota de una fuerza nueva, y su unión carnal acaba en una especie de éxtasis místico (234). El motivo de la búsqueda de Alexis ha cambiado. Ya no es la atracción del oro lo que interesa al aventurero, su periplo le ha conducido a otro tesoro: el amor de Ouma. Gracias a Ouma Alexis ha podido descubrir el verdadero oro que lleva consigo (336). Es pues con la mujer amada, convertida en su alter ego, como el héroe llega a la realización de sí mismo: «[…] je crie son nom: “Ou-ma-ah” […] Il me semble que c’est mon propre nom que je crie, pour réveiller dans ce paysage désert l’écho de ma vie, que j’ai perdu durant toutes ces années de destruction» (328). Así recupera la parte femenina de su identidad, en contraste con los valores de virilidad, puestos de manifiesto brutalmente en sus funciones de soldado y de buscador de tesoros.

 

En esta novela de inspiración autobiográfica la búsqueda individual – del tesoro y de la identidad – se transforma en una búsqueda de los orígenes.

Una novela bajo el signo de los mitos

Anulando las fronteras que separan el sueño de la realidad, el mito forma al protagonista y cambia su visión del mundo. De ahí la importancia de la sustancia mítica « plus propre à exprimer une vérité humaine universelle » (Salles, 1999, 85). Es así como se combinan en la novela varios mitos colectivos con el mito personal.

Los mitos bíblicos del génesis y de la caída están asociados a las pruebas de Alexis. Buscando sus orígenes Alexis es parte del mito de la Creación. En el Boucan el Edén bíblico se materializa en el jardín con su vegetación exuberante y el árbol chalta que se identifica con el árbol del conocimiento del bien y del mal (30). Alexis y Laure podrían representar a Adan y Eva; además Laure transgrede lo prohibido comiendo los frutos prohibidos. Para Alexis niño, imaginativo y sensible, el ciclón que arrasa la isla Mauricio representa sin lugar a duda el Diluvio bíblico, un castigo del cielo: «Il n’y a plus ni ciel ni terre, seulement cette masse liquide» (80). Sin embargo, al contrario del Génesis, donde Noé y los suyos se salvan, los inocentes no se libran de la inundación. El arco iris anuncia paradójicamente la caída de la casa-naufragio «à demi effondrée» (89), que dista mucho de parecerse al arca de la salvación. El calor abrasador que pesa sobre el Boucan se interpreta a la luz del texto bíblico como «la pluie de feu que Dieu a envoyée sur les villes maudites de Sodome et Gomorrhe» (60). Los dos niños se sumergen en el espacio-tiempo sagrado escrutando el cielo. Sin embargo, aunque su miedo desaparece momentáneamente, el cataclismo del ciclón destruye este Paraíso terrestre, transformándolo en una «terre souillée» (89). Alexis y Laure son expulsados de su Edén, abocados a la muerte, embarcados en «un voyage sans retour» (99).

 

Para narrar las aventuras del personaje y sugerir su evolución afectiva, el autor cita varios mitos literarios, entre ellos el de Paul y Virginie, protagonistas de la novela de Bernardin de Saint-Pierre. El idilio de las dos parejas tiene como escenario común la isla Mauricio. Además, Laure y Virginie son transportadas a hombros por Alexis y Paul. La blancura de sus vestidos connota la pureza y la virginidad, y el marco en el que predomina la vegetación las transforma en dos mujeres de la naturaleza. La separación de las parejas tiene una misma causa: la búsqueda de dinero (o del oro). Alexis descubre además la leyenda de Rider Haggart «Nada the Lily», en la que Nada prefigura Ouma, la mujer amada de «cheveux bouclés» y piel «cuivrée» (211). La transición de la hermana a la amada muestra la madurez afectiva del personaje.

 

El desarrollo de las facultades físicas e intelectuales del iniciado se sugiere a través de un fuerte vínculo intertextual con la novela de Daniel Defoe: el héroe lecleziano se identifica con Robinson Crusoé. Tras la marcha de Denis, su único amigo, Alexis se encuentra «seul comme Robinson sur son île» (71). Asimismo, en Rodrigues su apariencia externa le asimila al personaje de Defoe (365), al que imita creando un calendario (245). Sin embargo, observamos diferencias, ya que Alexis, hostil al colonialismo, no es un “inventor” o un cultivador como Robinson que coloniza su isla. Y mientras que Vendredi, el salvaje, se transforma en discípulo de Robinson el civilizado, Alexis es el discípulo de Denis, su iniciador a la «vie sauvage» (Onimus, 1994, 130). Por último, al contrario que en la aventura de Robinson, la búsqueda del tesoro desemboca en el fracaso del buscador de oro.

 

Le Clézio añade igualmente el mito griego de Jasón. A bordo del Zeta, Alexis se cree en el navío Argo (181). Como Jasón, ha afrontado valientemente los obstáculos que ponían en peligro su búsqueda. Ciertamente sólo encuentra un escondite vacío, mientras que Jasón devuelve a Grecia el Vellocino de oro, aun así los dos viajeros persiguen, más allá del oro, una misma meta: la búsqueda de sí mismos y de la eternidad (172).

 

A las fuentes escritas, que confieren a esta historia individual una resonancia universal, se añade el patrimonio de la cultura oral mauriciana. El relato evoca la figura legendaria de Sacalavou, líder de la revolución de los esclavos cimarrones contra los Blancos (257), famoso por su coraje excepcional. Su muerte-suicidio se consideró como un acto de emancipación: «Il s’est jeté du haut de la falaise, plutôt que d’être repris» (41). Por tanto, su presencia, que se percibe durante los días de tempestad, se parece al grito de la conciencia «un gémissement», «une plainte éternelle» (109) –, o incluso a una premonición: Ouma y Alexis, que habían decidido vivir en Mananava, habrían de experimentar la persecución de los Blancos, igual que este esclavo.

 

Por último, el personaje del misterioso Corsario, mitificado también, determina en cierto modo la vida de Alexis, le dicta sus gestos y sus pasos hasta que éste «défa[sse] ce qu’il avait créé» quemando los papeles del tesoro (373), liberándose de esta forma de su modelo y de un pasado imaginado y construido sobre fantasías.

Otras figuras míticas, presentes implícitamente, completan la elaboración propia de un mito propio de Alexis. La imagen del buscador de oro haciendo cada día el mismo trabajo estéril de desciframiento de planos y de excavaciones inútiles recuerda la figura de Sísifo. Como Ícaro, viaja para huir de la fatalidad, no pegándose alas de cera sino «glissant au milieu du ciel» a bordo del Zeta (142). « La symbolique de la chute est encore pertinente pour Alexis jusqu’au retour de la guerre », señala Isablelle Roussel-Gillet (2001, 39). Sin embargo, contrariamente a Ícaro, tras su muerte simbólica experimentada en la guerra del 14-18, Alexis renace como el Ave Fénix, a pesar de la destrucción del Boucan y la desaparición de Ouma.

 

¿Cómo interpretar el final del Buscador de oro? ¿Se trata de un final feliz? La ambigüedad del excipit, fenómeno frecuente en la obra lecléziana, pone en duda la iniciación de Alexis, que no se integra en la sociedad ni se relaciona con el destino colectivo. Pero el aparente fracaso material y social tiene como corolario el acceso a una verdad espiritual y a una armonía interior ante la belleza del mundo, la misma que traduce la escritura poética de Le Clézio: «Il fait nuit à présent, j’entends jusqu’au fond de moi le bruit vivant de la mer qui arrive» (375).

 

 

Béatrice Chahine

Traducción de María Luisa Bernabé Gil

(2024)

 

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

CHAHINE, Béatrice, Le Chercheur d’or de J.-M.G. Le Clézio : problématique du héros, Paris, L’Harmattan, coll. « Approches Littéraires », 2010 ; DUTTON, Jacqueline, Le Chercheur d’or et d’ailleurs : L’utopie de J.- M.G. Le Clézio, Paris, L’Harmattan, coll. « Utopies », 2003 ; ÉLIADE, Mircea, Le Sacré et le profane, Paris, Gallimard, coll. « Folio/Essais », 1965 ; ÉLIADE, Mircea, Mythes, rêves et mystères, Paris, Gallimard, coll. « Folio/Essais », 1957 ; ROUSSEL-GILLET, Isabelle, Étude sur J.-M.G. Le Clézio : Le Chercheur d’or, Paris, Ellipses, coll. « Résonances », 2001, (2005 pour la 2édition) ; LE CLÉZIO, J.-M.G., Le Chercheur d’or, Paris, Gallimard, coll. « Folio, », 1985 ; ONIMUS, Jean, Pour lire Le Clézio, PUF, coll. « Écrivains », Paris, 1994 ; SALLES, Marina, Étude sur Le Clézio : Désert, Paris, Ellipses, coll. « Résonances », 1999.