El epígrafe de Urania (2006) es una cita de un sermón de J. Owen, Ouranon Ourania (1649), y anuncia la evanescencia de cada cosa y la necesidad del desapego. Uranos, (el dios del cielo), el cielo estrellado de la mitología griega, mito que le contaron en su infancia, inspira al narrador el nombre de Urania. Su nombre, Daniel Sillitoe, el de su padre, Alain, recuerdan a Alan Sillitoe de los “angry young men » británicos de los años 50, cuyas novelas rompían las convenciones sociales. El que habla a Daniel Campos, se llama Raphaël, avatar rejuvenecido del Raphaël de Thomas More quien describe la isla Utopía. Las referencias eruditas son inagotables. El tema de la utopía ocupa un lugar preponderante en la novela, hasta el punto que llega a introducirse en un ambito más amplio, el impulso hacia un cierto Uranos, que se sitúa en el sureste mexicano que Le Clézio conoce muy bien. Campos y la vida de Lili tienen un lugar privilegiado allí.

Con el fin de poner en evidencia la inconstancia de las realizaciones humanas, su interpenetración, ciertos capítulos, procedimiento inspirado en el arte popular, ciertos capítulos interrumpen la última frase, que termina en el capítulo siguiente le hasard m’a réuni avec (22), “le jeune homme le plus étrange que j’aie jamais rencontré” (23). Así Raphaël prolonga el impulso de Mario. La otra técnica es la superposición de los relatos. El relato de Daniel es interrumpido por el de Raphaël que cuenta cómo es Campos e informa de su fundador, Jadi. Otras evocaciones del mismo lugar: para Don Thomas, director de las investigaciones universitarias del Emporio, Campos es sólo una concentración de visionarios; incluso Daniel solo los ve como indigentes (209-211). En la región, se llama hippies, a la gente de Campos, se les desdeña y se les teme, ellos representan la contra-cultura. La puesta en abismo permite à Le Clézio destacar la relatividad de los puntos de vista, incluso podemos llegar a considerar al joven Raphaël como su portavoz, puesto que el mismo ​​ autor define en la contraportada a Campos como la république ideale”.

En suma, la altenancia de temas ponde de relieve la coexistencia de mundos diversos : Campos, la Zone, El Emporio.

Los movimientos de lucha contra el pensamiento dominante se suceden en el tiempo y el espacio. Campos se sobrepone a la utopía de una misión Jesuita donde solo quedan ruinas (32-33). Don Thomas dice a Daniel: “Nous sommes ici dans le pays rêvé pour les utopies. […] Du reste, c’est le seul endroit au monde où un homme, […] a réalisé à la lettre l’Utopie de Thomas More […]” (65)

El Emporio, al que Daniel está vinculado como geógrafo, pretende al principio ser otro mundo ideal. El jefe del centro, Menendez, “avait eu l’idée d’une espèce de “thébaïde” à cet endroit : un édifice hexagonal […] divisé en cellules de méditation et de travail […]” (38) que se parece a la Abadía de Thelema. Sin embargo, este Emporio resulta ser solo una pretenciosa torre donde “mariposea” Menendez.

La desventaja del Emporio es ser financiado por los notables sin escrúpulos y animados por los intelectuales arrasados por la ambición. Garci Lazaro es “le type même du chercheur cynique … ambitieux et cavaleur” (47). Existen utopías fracasadas como los impulsos inhumanos. Podemos imaginar en Daniel un poco de indulgencia por la revolución salvadoreña. No obstante, cuando evoca a Hector cerca de su amiga Dahlia, se enoja: “ Je ne pouvais pas lui dire tout le mal que je pensais de son exmari et de ces soidisant révolutionnaires […] qui refaisaient le monde à l’abri de leur asile doré […]” (100)

El fracaso del Emporio, el fin de Campos pueden ser atribuidos a múltiples causas. Eran, de hecho, por definición, perecederos. Sin embargo, mientras se hunden las realizaciones con más éxito, Menendez entrega su torre hexagonal a los filósofos, Dalhia crea una organización que se encarga de los niños y de las mujeres con sida. Nacen otros impulsos, otras utopías frágiles.

“ La República ideal de Campos” ocupa simbólicamente un país inestable, el suelo tiembla. La “creolisación” de la gente, de las lenguas – Campos tiene una lengua particular, el elmen – es factor de dinamismo y de imprevisibilidad.

Las leyes de Campos, limitadas, son de nuevo inscritas, al final del libro, en los anexos, como un resumen para no olvidarlo.

Campos perturba los lazos de parentesco y la concepción de la infancia. La noción de padre/madre no existe. Se da la preeminencia a la juventud. Ce sont les enfants qui choisissent la maison où ils dorment” (95) y el que debe iniciarlos. Cada decisión supone consultarles también. No están encerrados en una sala de clases. Su escuela es la vida (95-96). El concepto de la educación une cultura, naturaleza y verdad, rechaza la coerción. Lo que nos recuerda el “has lo que quieras” de Thelema.

Son vegetarianos, cuidan así a los animales, tienen un buen conocimiento de las plantas, especialmente de la llamada “nurhité” que reconforta.

En Campos, a diferencia de otras utopías, no existe un mecanismo de cierre: se sale, se entra.

El concepto de la realidad y del tiempo ha sido alterado. Es imposible prever: “Nous ne connaissons ni le jour ni l’heure” (36). Solo existe el presente, incierto. La religión no forma parte de las verdades de Campos, “ce qui est le plus grand le plus vrai dans le ciel, c’est le noir, le vide” (159). Este impulso es Urania, distancia zen de las ilusiones de lo cotidiano. El contacto con la tierra sigue siendo primordial.

Raphaël dice de Jadi que sin él, Campos no existiría. Pero no tiene nada del hombre providencial del Contrato Social. Jadi es un hombre ordinario. Su vocación de “consejero” era imprevisible.

Por otro lado, todo es violento: la explotación de los niños, la prostitución, el tráfico de drogas, la agonía de las culturas indias.

La otra cara de Campos es la laguna de Orandino donde se frecuentan, seprados por un estrecho canal de irrigación, la miseria del “barrio de los Paracaidistas”, donde vive Lili, y el barrio residencial de los notables.

Los camiones vienen cada mañana a recoger su contingente de trabajadores, incluidos niños, para los campos de fresas, que roen sus dedos.

Igual que Raphaëlse identifica con Campos, Lili lo hace con la Zone, vendida al Terrible por la vieja Doña Tilla, con quien ella vive.

Después de haber experimentado el “sentiment […] du très grand vide de [son] existence , Daniel ajoute : J’ai rencontré Lili” (104). Su presencia lo llena, inexplicablemente: “je me suis demandé pourquoi je voulais tant rencontrer cette Lili […] J’inventais quelque chose de secret, de ténébreux […] ”. “J’ai imaginé qu’elle m’attendait […] .  Je la reconnais tout de suite […] parce que j’ai rêvé d’elle” (107). Lili también está atrapada en una red de referencias.

“La laguna de Orandino” como la del Mar de Sirtes de Gracq, provoca la aparición venerada, nacida del fango, y es a la vez visión y predestinación.

Liili se relaciona igualmente con el mito de la prostituta de los Evangelios, la pecadora anónima de Lucas, que el hombre absuelve y santifica.

La dualidad de Lili se vuelve fascinante (107). El deslizamiento del “ella” al “tú”, sin dirigirse directamente a Lili, parece invocar aun ser que escapa de este mundo y del juicio de los hombres. Las metáforas que exaltan a Lili: “ fleur indienne […] fleur de mai […]  (110) evocan ce glissement caractérisé de la métaphore à la métamorphoseque Le Clézio atribuye a Lautréamont : Lili se transfigura en este tu es immortelle (111) en un icono.

Sin embargo, Lili es sobretodo el símbolo de su pueblo aniquilado: “par la tâche en bas de son dos  (178), considerada como una marca exclusiva de los Indios de América, supera el estatus de personaje novelesco.

Expulsado de Tailandia por haber denunciado la prostitución infantil, Le Clézio confía a Sillitoe, la tarea de fustigarla [la prostitución], llegando a ser, a través de él, uno de estos “jeunes hommes en colère”. A la fatuidad, a la presunción de unos, a la explotación de los débiles, responde al ímpetu de Mario, Jadi, Dalhia, Daniel, hacia Urania, el cielo estrellado. No hay que dejarse, dice el epígrafe, “ébranler par la vacillation des choses”, es una llamada al dinanismo, entre ira y aspiración, para intentar encontrar, una vez más, la mejor de las posibilidades.

 

Michelle Labbé

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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